El Museo Nacional del Prado expone tres nuevas obras incorporadas a sus colecciones. Se trata de una nueva fórmula de exposición para dar a conocer lo más relevante de las novedades y adquisiciones de la pinacoteca, una especie de “presentación en sociedad” para mostrar al público estas obras aunque luego no terminen siendo expuestas en la colección permanente del museo y vayan a parar a los almacenes. La idea es utilizar este modelo expositivo dos veces al año, una en primavera y otra en otoño.

Para esta ocasión han sido tres las obras escogidas:

Un óleo sobre cobre pintado por Juan Bautista Maíno (Guadalajara, 1581 – Madrid, 1649) hacia el año 1610 titulado “Juan Bautista en un paisaje”. Se expone en la sala 7ª, y es una prueba de la maestría pictórica alcanzada por Maíno al concluir su formación en Roma. De reducidas dimensiones, de tan solo 20 x 12 centímetros, se trata de una pequeña joya por su refinada elaboración y la precisión de los detalles; se pueden observar ciervos bebiendo agua, pájaros y diversidad de vegetales, y en la figura de San Juan se puede apreciar la influencia de Caravaggio. Se muestra en una vitrina para que el espectador pueda acercarse y apreciar la capacidad pictórica hasta el mínimo detalle.

Juan Bautista Maíno - San Juan Bautista en un paisaje, h. 1610. Óleo sobre cobre. 20 x 12 cm. Museo Nacional del Prado.
Juan Bautista Maíno – San Juan Bautista en un paisaje, h. 1610. Óleo sobre cobre. 20 x 12 cm. Museo Nacional del Prado.

Otra de las obras es una acuarela de Luis Paret (Madrid, 1746 – 1799), “La Celestina y los enamorados”, realizada en 1784 y que constituye una de sus obras cumbres, no solo como dibujante, sino como artista. Paret se inspiró en la novela de “La Celestina” de Fernando de Rojas, que en aquella época estaba prohibida por la Iglesia. Paret fue un autor obligado al exilio supuestamente por facilitar mujeres al infante Don Luis y precisamente también fue procesado por tener un ejemplar de “La celestina”. El dibujo captura un ambiente decrépito, con objetos viejos y pasados de moda y animales como un murciélago o un gallo muerto, así como flores de adormidera, y al fondo de la escena se ve a una joven pareja cerrando la puerta de una habitación con una cama. Lo novedoso del tema anticipa buena parte de los asuntos que interesarán a Goya unos años después en “Los Caprichos”: la brujería, la superstición, la falsedad de las relaciones hombres-mujer y la vejez, entre otros. La gran desgracia de Paret fue ser coetáneo, durante una temporada, del artista zaragozano, cuya fama le eclipsó.

Luis Paret - Una celestina y los enamorados, 1784. Acuarela sobre papel. Museo Nacional del Prado.
Luis Paret – Una celestina y los enamorados, 1784. Acuarela sobre papel. Museo Nacional del Prado.

La última de las obras se trata de una lámina de cobre grabada con buril, obra de Gregorio Fosman (Madrid, c. 1635 – 1713), artista de origen flamenco, considerado uno de los mejores grabadores de la época. Se titula “Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid” y data de 1680. La plancha representa un acto político y religioso celebrado en la Plaza Mayor durante el reinado de Carlos II y con la presencia del monarca.

Gregorio Fosman - Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid, 1680. Lámina de cobre grabada con buril. Museo Nacional del Prado.
Gregorio Fosman – Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid, 1680. Lámina de cobre grabada con buril. Museo Nacional del Prado.

El paisaje de Maíno se quedará en la sala correspondiente, junto a otras piezas del pintor español. En cambio, las otras dos serán guardadas en los depósitos debido a su fragilidad después del verano.

Esto es todo por hoy. Como siempre, gracias por estar ahí, y hasta nuestra próxima entrada en el blog www.tasararte.com/blog/

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