Cristo en la tormenta en el mar de Galilea.
La pintura narrativa más llamativa de Rembrandt en América, “Cristo en la tormenta en el mar de Galilea”, es también su único paisaje marino pintado. Con fecha de 1633, se hizo poco después de que Rembrandt se mudó a Amsterdam desde su Leiden natal, cuando se estableció como el pintor líder de retratos y temas históricos de la ciudad. La representación detallada de la escena, las expresiones variadas de las figuras, la pincelada relativamente pulida y el colorido brillante son característicos del estilo temprano de Rembrandt.
¿Por qué teméis?
La escena bíblica enfrenta a la naturaleza contra la fragilidad humana, tanto física como espiritual. Los discípulos afectados por el pánico luchan contra una tormenta repentina, y luchan por recuperar el control de su barco de pesca cuando una gran ola se estrella sobre su proa, arrancando la vela y acercando peligrosamente la nave a las rocas en el primer plano izquierdo. Uno de los discípulos sucumbe a la violencia del mar vomitando a un lado. En medio de este caos, solo Cristo, a la derecha, permanece tranquilo, como el ojo de la tormenta. Despertado por las desesperadas súplicas de ayuda de los discípulos, los reprende: “¿Por qué teméis, hombre de poca fe?” Y luego se levanta para calmar la furia del viento y las olas. La agitación de la naturaleza es causa y metáfora del terror que se apodera de los discípulos, magnificando la turbulencia emocional y, por lo tanto, el impacto dramático de la imagen.
Una escena contemporánea.
La pintura muestra la capacidad del joven Rembrandt no solo para representar una historia sagrada, sino también para captar nuestra atención y sumergirnos en un drama pictórico en desarrollo. Para mayor inmediatez, describió el evento como si fuera una escena contemporánea de un barco de pesca amenazado por una tormenta. El espectáculo de oscuridad y luz formado por los mares agitados y el cielo ennegrecido atrae inmediatamente nuestra atención. Luego quedamos atrapados en las aterrorizadas respuestas de los discípulos, cada uno meticulosamente caracterizado para alentar y mantener una mirada empática y prolongada. Solo una figura nos mira directamente mientras se estabiliza agarrando una cuerda y agarrándose la gorra. Su cara parece familiar por los autorretratos de Rembrandt.
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Fuente: Michael Zell, “Cristo en la tormenta en el mar de Galilea”, en Eye of the Beholder, editado por Alan Chong et al. (Boston: ISGM y Beacon Press, 2003): 145.
Nancy Jiménez
Gracias por este srticilo