El sueño de muchos amantes del arte es encontrar una obra inédita de un autor consagrado. Este caso ha ocurrido recientemente en una localidad francesa en la que vive un médico jubilado que heredó, de su padre bibliófilo, un manuscrito que contenía un dibujo de una imagen de San Sebastián con un esbozo de paisaje al fondo. Lo llevó a la casa de subastas Tajan en París para evaluar junto con otros dibujos, catorce en total casi todos italianos pertenecientes a los siglos XVI y XVII, y se llevó una enorme sorpresa cuando los expertos sospecharon ante el posible hallazgo y quisieron investigar más a fondo; los indicios atestiguaron que el artista era zurdo como el maestro renacentista y en el reverso de la obra (que tanta información desvela) encontraron pequeños estudios científicos sobre la sombra de la luz de la vela y una serie de notas en escritura especular, de derecha a izquierda, modo en el que el artista procedía. La obra está ejecutada con pluma de modo ágil y contorneando con un redondeado la silueta del santo; todo ello da densidad a su cuerpo, tal como pintaba Leonardo da Vinci; posiblemente se realizó antes de su marcha a Milán para trabajar al mando de Ludovico Sforza. Hasta tres profesionales expertos en la obra de Da Vinci han coincidido en autentificar la obra como tal, cuyo valor de mercado supera los 15 millones de euros. Ahora procede al Estado francés proteger la obra como inexportable o facilitar su venta.
Joan Miró es un ejemplo de artista con espíritu español, su hijo ha declarado que su padre era “un catalán partidario de una nueva España sin diferencias”; dados los tiempos es loable. El motivo es la inauguración de una muestra en la Fundación Mapfre de Madrid, que recibe en depósito durante un lustro prorrogable 65 obras del artista entregadas por sus herederos. Magnifica está siendo la gestión de los herederos del legado, por la enorme presencia que la obra de Miró está teniendo en la sociedad. La muestra contiene obras importantísimas de la creación del artista y está dividida en cinco secciones; la primera homenajea su relación con Alexander Calder, la segunda titulada “El signo y el gesto” muestra piezas posteriores a la serie constelaciones; en tercer lugar encontramos motivos clásicos como “Mujeres, pájaros y estrellas”; en cuarto lugar “Las cabezas”, esas criaturas extraña en las que adivinamos atributos humanos; y la quinta “Desafío a la pintura” a base de telas rotas o pegotes dispersos. Todas ellas nos hacen transitar por el mundo personal de un creador que no fallecerá nunca.
Saltamos de temática y contenidos para reflexionar sobre un hecho. El Real Monasterio de la Encarnación de Madrid exhibe su colección de huesos de Santos, cuya historia narra Patrimonio Nacional en un libro que acaba de salir al mercado. La conservadora Leticia Sánchez Hernández ha realizado junto con con otros especialistas una recopilación de este curioso legado artístico. El conjunto conventual, joya arquitectónica del Barroco obra de Juan Gómez de Mora, esconde un patrimonio de 7.140 obras de arte entre pintura de Vicente Carducho, José de Ribera, Carreño de Miranda, escultura de Gregorio Fernández, Pedro de Mena…, y atesora una de las mejores colecciones de reliquias de Santos de Europa. La colección de restos sacros (dedos, cráneos, trozos de piel, sangre) que en la Edad Moderna se creía poseían propiedades curativas y protectoras; entre ellos se encuentra la ampolla con la sangre de San Pantaleón, que se licúa cada 27 de julio, y si no lo hace los supersticiosos auguran desastres. El libro en cuestión cuenta que existen 740 restos óseos o vestigios de santos desde el siglo XVI al XIX, y están albergados en una espaciosa sala en la zona posterior del altar mayor del templo agustino. De las 700 reliquias solo 32 gozan de valor canónico para la iglesia.
El Hispanista William B. Jordan ha donado una obra de Velázquez al Museo del Prado. Este tipo de actuaciones no ocurren nunca. Al parecer en 1988 compró una obra de arte en Londres, un anónimo que retrataba a D. Rodrigo de Calderón; la obra le llamó la atención y tras años de estudio finalmente ha sido autentificada como un boceto pintado por el sevillano para otra obra más ambiciosa: “La expulsión de los moriscos” cuyos restos quedaron convertidos en ceniza en el incendio del Alcázar en 1734; es un retrato de Felipe III, quien ordenó en su reinado este acontecimiento histórico. La obra posiblemente se pintó en 1627, el Rey ya había fallecido en 1621; el maestro utilizó esta tela para realizar un boceto de la efigie real y ahora, tras ser estudiada con análisis radiográficos y rayos infrarrojos, los conocedores de la pincelada velazqueña no tienen ninguna duda de la autoría del pintor y está en exhibición en el Museo del Prado, con el resto de las obras del maestro.
Carmen Calvo, Premio Nacional de Artes Plásticas 2013, inaugura una muestra retrospectiva en Madrid en la Sala Alcalá 31: “Carmen Calvo. Todo procede de la sinrazón (1969-2016)”. Su particular universo creativo queda de sobra representado como un ejemplo de artista contemporánea que usa objetos de la vida cotidiana para transitar nuevos campos estéticos. Una de sus citas favoritas es de Paul Valery y denota bien cómo quiere ella que contemplemos su obra: “Ver es olvidar el nombre de lo que uno ve”; trabajos sobre papel, collage, soportes fotográficos, esculturas o lienzos con barro cocido son algunas de las técnicas con la que elabora su imaginario; a veces violento, enigmático, frecuentado por la herrumbre o las roturas, nada complaciente. Un surrealismo muy particular diseñado en cinco secciones por el comisario Alfonso de la Torre y que estará hasta el 29 de Enero en Madrid.
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