El Palacio Ducal de Venecia inaugura una exposición de Jacopo Comin conocido como Tintoretto (Venecia 1518-1595) ochenta años después de la última muestra. Los comisarios Robert Echols y Frederick Ilchman llevan once años preparándola, una gran retrospectiva de su obra.
Tintoretto es uno de los pintores más conocidos y admirados de la pintura veneciana del Cinquecento, siglo XVI italiano, y su producción fue muy extensa, desde retratos hasta temas religiosos, alegorías y desnudos. Fue un narrador excelente, su energía, fuerza, ambición y determinación le llevaron a innovar en la pintura, a superar los límites convencionales del Renacimiento veneciano. A los doce años entro a trabajar al taller del maestro Tiziano Vecellio y éste pudo descubrir su precoz talento y genio creativo:
La muestra, titulada Tintoretto 1519-1594, celebra el V Centenario del nacimiento del artista, en el antiguo apartamento del Dogo, en el Palacio Ducal de Venecia, y estará hasta el 6 de enero del 2019 con obras maestras de la etapa madura del pintor que provienen de los museos más importantes del mundo; la Gallerie dell’Accademia de Venecia completa la muestra y reúne cuadros de su etapa más inicial como el magnifica San Marcos liberando al esclavo de 1548. Coproducida junto a la National Gallery de Washington, la muestra viajará a Estados Unidos en la primavera del 2019.
Venecia está llena de obras de Tintoretto, en 21 iglesias de la ciudad hay obra suya y la Confraternidad para la que trabajo 25 años es su museo personal. Esta muestra ofrece algo más, exponer de forma relevante la fuerza de su pincel, mostrar su innovación, su modernidad. Lo que hace único a Tintoretto es un componente de pensamiento abstracto, su comprensión de que la pintura va más allá de narrar historias; es un plano pictórico ante el que podemos emocionarnos por la simple ordenación de sus manchas en movimiento, de esos personajes que interactúan y su capacidad narrativa. Su obra da para mil interpretaciones, pero con una modernidad, un nervio y una impaciencia que lo hace único; se estaba sembrando la semilla de la pintura moderna, la de los impresionistas, aquella en la que la jerarquía de lectura del cuadro propone que la expresividad del cómo se pinta tenga igual peso que su contenido narrativo.
Tintoretto es un pintor extremadamente irregular, capaz de tocar el cielo de los maestros de la historia en una obra y de demostrar en la siguiente tela la torpeza propia de un aprendiz, eso lo hace más humano, vulnerable. No calcula, solo ejecuta. Como fruto de su impaciente proceder, su arte incluye el concepto de duda, y eso lo hace contundentemente posmoderno, apreciable a nuestra mirada en el siglo XXI. Vivió con prisa, pintando sin medida, dejando inacabadas muchas zonas de sus telas, actitud que propició la incomprensión de la mayor parte de sus contemporáneos. Él seguramente no lo sabía, pero su pintura gestual y expresiva estaba abriendo una puerta de gran importancia para muchos artistas siglos después, desde El Greco a Delacroix, como a Van Gogh y Münch. Hay que viajar a Venecia.
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