Recortar lo sagrado. Hay varias obras de arte en la historia que han sufrido amputaciones ante la insensibilidad de quienes las practicaban. Un artículo en el diario El País de José Ángel Montañés menciona, dando pie a la reflexión, cómo muchos artistas como El Greco, Édouard Manet, Rene Magritte, Pablo Picasso o Joan Miró vieron mutiladas sus creaciones por problemas de espacio o interés del mercado.
Cabe hacer mención de algunas de ellas; conocido es el “San Sebastian saeteado” de 1610 – 1614, de El Greco que posee el Museo del Prado al que separaron inexplicablemente torso y piernas hasta que pudieron dar con todos los componentes y unirlos en 1987, aunque hay zonas de la reconstrucción que se han perdido.
Otra obra de Édouard Manet, “Episodio de una corrida de toros”, que pintó durante uno de sus viajes a España y que en el Salón oficial de París recibió duras críticas y fue dividido en dos obras, “Torero muerto” y “Corrida de toros”, ambas en la National Gallery de Washington y Frick Collection de Nueva York respectivamente; o la tan conocida obra “La ejecución de Maximiliano” que al estar guardada en el estudio de Manet durante décadas, algunas partes del lienzo fueron dañadas y tras la muerte del pintor, las secciones maltratadas fueron cortadas y destruidas por sus herederos; los fragmentos supervivientes fueron vendidos como pinturas individuales y en la década de 1890, el artista Edgar Degas se dio a la tarea de buscarlos y reunirlos nuevamente.
Ramón Casas también tiene en su producción dos obras que corrieron la misma suerte, “El Tándem” y “A los toros”, en las que los propietarios, con una falta absoluta de sensibilidad, no dudaron en recortar para ubicarla en un espacio determinado o colocarla en algún lugar de dimensiones menores. Esta falta de sensibilidad denota una falta de respeto total a la obra de arte como tal, ahora mismo esto sería impensable.
Ejemplos similares se dan en dos obras de Picasso, “El Abrazo” de 1900 y “Mujer ladeando la cabeza”, que terminaron en dos piezas.
Rene Magritte y su particular surrealismo también cuenta una historia parecida en su obra “La Pose Enchantee” pintada en 1927, una pieza que el mismo artista mutilo por considerar irrelevante a nivel estético y fragmentó en cuatro cuadros.
Y por último una obra de Joan Miró titulada “La masía”, que un marchante sin escrúpulos le sugirió recortar en trozos más pequeños para venderla mejor. Miró, enfadado, se llevó la tela a su taller y finalmente, a través de otro marchante, se vendió completa y el comprador fue nada más y nada menos que Ernest Hemingway. Actualmente está en la National Gallery of Art, en Washington, donde fue donada por Mary Hemingway en 1987.
Y así varias historias que datan de épocas pretéritas y que por ajustar a un marco determinado o ubicar en un espacio reducido se reducen sin tener en cuenta que la integridad y dignidad de la obra de arte pasa por exhibirla en su totalidad.

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