“La balsa de la Medusa” de Theodore Gericault (1791-1824) es una de las grandes obras del romanticismo francés, mide 500 X 720 cm y se exhibe en el Louvre. El artista murió joven, a los 32 años, de cáncer de huesos; era rebelde y la escasez de su producción ayuda a avivar su leyenda. Esta obra es un inmenso lienzo que se expuso en 1819 en el Salón oficial bajo el título de “Escena de un naufragio”, se basa en un hecho real: el escándalo que produjo en Francia el hundimiento de la fragata “Meduse” a cargo de un capitán inepto que había conseguido el encargo de navegar hasta Senegal por su apoyo a la recién restaurada monarquía de los Borbones. Trata un hecho real construido con todos los elementos tradicionales de formato, lección de anatomía y dramatismo inherente que caracterizan el gran género de la pintura histórica.
El cuadro tiene un mensaje ambiguo, porque mezcla denuncia política, sensacionalismo del horror, con un tratamiento clásico de los desnudos y una composición perfectamente orquestada en forma piramidal. El cuadro emana una mezcla de belleza y horror de cuerpos atléticos, algunos mutilados, náufragos de rostros y expresiones desesperadas. La fragata naufragó frente a las costas de Mauritania y 147 personas quedaron a la deriva de las cuales sólo quince sobrevivieron tras soportar hambre, deshidratación, canibalismo y locura. ¿Se imaginan?
En primer término los cuerpos yacen muertos y desfallecidos, Gericault acudió varios días a la morgue a estudiar el color de los cadáveres; de ahí los restos anatómicos que luego inspiraron sus macabros bodegones. Hay un personaje anciano con una estola rojiza, que sujeta un cadáver con su brazo, cuyo rostro ante la resignación se mantiene sereno, quizá aceptando o deseando lo inevitable. En el ángulo superior derecho se divisa un grupo de náufragos de distinta raza y fisionomía, que divisa a lo lejos, en un ínfimo punto en el horizonte, un posible barco rescatador, y dando salida a su último aliento aplican lo que de energía les queda en hacerse presentes a pesar del abrupto oleaje que les mantiene prácticamente invisibles. La esperanza es lo último que se pierde. La vela, en el ángulo superior izquierdo, como único motor de empuje, anuncia que el viento no acompaña en la dirección deseada, todo lo contrario. Quizá la rebeldía implícita en Gericault quiso, a través de la elección de una temática que relataba un acontecimiento político, cómo era la recuperación de la colonia de Senegal por el gobierno Francés, cedida por los Británicos; que el verdadero mensaje se fundamentaba en que el pueblo volvía a estar a la deriva y en pleno naufragio ante un Estado que tras una histórica Revolución que demolía un obsoleto Antiguo Régimen, sin ser literal, se restauraba con una monarquía ya limitada, pero en la que el nepotismo volvía a sumir al populacho en el desamparo más total. En fin, interpretaciones…. Sin más.