Debió ser en torno al año 1495 cuando Miguel Ángel Buonarroti (1475 – 1564) volvió a Florencia. Tras ser expulsados los Medicis, sus protectores, y durante el gobierno del predicador Savonarola, Miguel Ángel eligió el exilio formativo: esto es que se fue a Venecia y Bolonia donde trabajó en diferentes talleres. De vuelta en Florencia, un pariente menor de los Medici, de nombre Lorenzo Pierfrancesco de Medici, le hizo un par de encargos. Uno de los encargos trataba de una escultura en mármol que representara a un cupido – al dios Eros – dormido. Esta escultura la ejecutó con tal arte y perfección que una mala idea brotó en la mente de Pierfrancesco cuando la vio terminada. Enterró la escultura – debió de tenerla enterrada entre cuatro y cinco meses para que cogiera una pátina de antigüedad – y, después, por medio de un merchante poco escrupuloso llamado Baldassarre Del Milanese, lo vendió al cardenal de San Giorgio – Raffaele Riario – por doscientos ducados. Miguel Ángel, que no estaba al tanto del chanchullo, recibió treinta. Pues ocurrió que el cardenal, que no era lerdo, empezó a sospechar que le habían dado gato por liebre y comisionó a su encargado y persona de confianza en adquisición de antigüedades – de nombre Jacopo Galli – para que indagara y llegara al fondo del asunto. Galli destapó todo, pero durante la investigación se hizo muy amigo de Miguel Ángel. Por ello en los informes que envió al cardenal Riario alababa los méritos y habilidad del artista, al tiempo que hacía hincapié en su inocencia. El cardenal aceptó con humor el timo y se dio cuenta de la posibilidades de ese joven Miguel Ángel por lo que lo hizo llamar a Roma.
La primera noticia que tenemos de la escultura de marras es por medio de una carta que escribe a la marquesa de Mantua Antonio María Pico della Mirandola, con fecha de 27 de junio de 1496. -” Un cupido acostado y dormido apoyado en una mano; está intacto y tiene como cuatro palmos de largo, y es hermoso”. Don Antonio María responde por escrito a la marquesa de Mantua ya que ella es una ávida coleccionista de antigüedades y deja claras sus dudas sobre la autenticidad del cupido. Fiada en la intuición de Antonio María Pico della Mirandola rechaza la pieza que será adquirida por el cardenal Riario. Una vez aclarado sus orígenes, la escultura pasó a ser una preciada propiedad del cardenal hasta que se la arrebató Cesar Borgia – hijo del Papa Alejandro VI – para regalársela al duque de Urbino. En 1502 Cesar Borgia conquista el ducado de Urbino y recupera la escultura. Pasó por varias manos tras la muerte de Cesar y acabó siendo comprada por Isabel d´Este, la misma marquesa de Mantua que se negó a pagar por ella. Resulta que a medida que crecía la fama de Miguel Ángel, aumentaba el valor de la escultura y en la misma medida aumentaba el deseo de la señora de poseer al cupido. Estuvo en posesión de la familia Gonzaga, elevados a duques de Mantua, hasta el año 1632 que fue adquirida, junto con un lote de cuadros y esculturas de la colección ducal, por el rey Carlos I de Inglaterra. La escultura, junto con el resto de las adquisiciones, fue llevada a Londres y estuvo en el palacio de Whitehall. En 1698 un gran incendió destruyó la mayor parte del palacio y la escultura se dio por perdida en el desastre. Hoy no tendría precio.
Redactado por Fernando Prado Manuel de Villena