El Museo del Prado presentó este lunes la pintura “El triunfo de la muerte” tras finalizar su restauración. Es obra de Pieter Bruegel el Viejo (¿Bruegel, Países Bajos?, ca. 1525/30 – Bruselas, 1569), gran maestro del siglo XVI, considerado una de las figuras más importantes de la pintura flamenca y del arte europeo.
El proceso ha sido realizado por Mª Antonia López de Asiain en la capa pictórica y José de la Fuente en el soporte, y ha permitido recuperar su estabilidad estructural, su verdadero colorido, composición y su técnica pictórica, que con movimientos precisos de pincel consigue transparencia en los fondos y una prodigiosa nitidez en los primeros planos. Se han devuelto a la obra sus valores originales, que estaban afectados negativamente por la presencia de repintes y barnices y una actuación que en algún momento desconocido se realizó sobre los cuatro paneles de roble que constituyen su soporte. Afortunadamente, el proceso de restauración ha evolucionado con el tiempo, un arte que, de la mano de la ciencia, interviene en la obra con técnicas avanzadas y siempre reversibles.
“El triunfo de la muerte” es una obra maestra moralizante que muestra la victoria de la Muerte sobre las cosas mundanas, simbolizado a través de un gran ejército de esqueletos arrasando la Tierra. Inspirada en El Bosco, no solo revive el espectáculo del medievo más sombrío, es también una crítica social y un avance de una sociedad en donde todas las clases sociales y los hombres son iguales ante Dios y su destino.
En primer plano la Muerte a caballo, capitaneando un ejército de esqueletos vivientes, siega con su guadaña toda vida sobre la tierra, conduciendo hacia un enorme ataúd a todo ser vivo. Dos esqueletos raptan a sus víctimas con redes, parodiando a los pescadores de almas san Pedro y san Andrés. Dos jóvenes amantes, se entregan embelesados a sus sentimientos tañendo el joven un laúd y ella cantando frente a una partitura ajenos al drama que les circunda, sin percibir que, a sus espaldas, un esqueleto les acompaña tocando un violín. Y así podríamos seguir durante horas; una obra, en definitiva, en la que te puedes quedar mirando detalles y no acabar nunca.
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