Hoy vamos a hablar de Caravaggio, el máximo representante de la primera vertiente barroca, el tenebrismo. Fue un pintor bohemio y pendenciero, que da el do de pecho en sus obras religiosas, pasajes de la Biblia que interpreta con una humanidad profunda, cargada de todos los parámetros que la época barroca contiene, y hacen referencia a la nueva visión del mundo y del hombre del siglo XVII.
Michelangelo Merisi (Caravaggio o Milán, 1571 – Porto Ercole, Grosseto, 1610).
Su influencia en el Barroco europeo es de importancia capital. Fue el mejor tenebrista italiano, formado en Milán. En una primera etapa, del 90 al 99, se dedica a pequeños cuadros de género, de poca categoría, pero con un punto de gracia que hoy le dignifica. Fueron obras de supervivencia, y en algunas destaca por su genio creativo.
En el año 1599, gracias a la influencia del cardenal Francesco María Del Monte, consiguió su primera gran obra. En 1606 fue desterrado de Roma por su carácter bohemio y entrometido. Viaja por Nápoles, Malta, Siracusa, y cuando vuelve a Roma muere.
En su forma de pintar domina como nadie el claroscuro, el uso de la luz y las sombras, experimenta en irrealidades, fantasías y manierismo singular.
Caravaggio: “La muerte de la Virgen”.
Vamos a comentar “La muerte de la Virgen”, el cual le acarreó muchos disgustos. Fue un cuadro rechazado por los Carmelitas, que lo habían encargado para su capilla en la iglesia carmelita de Santa Maria della Scala, en el Trastevere, Roma, en 1601.
Rubens, admirado, se lo recomienda al duque de Mantua, Vincenzo Gonzaga. Antes de que se produjera la venta, Caravaggio exigió que se expusiera públicamente antes de salir de Roma.
Tuvo serios problemas con los eclesiásticos del bajo clero, e incluso por las masas populares, que fueron al Trastevere a verlo. Encontraron la obra irrespetuosa, demasiado humana, irreverente con la figura de María.
En esta obra, los Apóstoles, hombres rudos del pueblo, rodean el cuerpo muerto de una mujer, sin ningún signo de sacralidad, con los pies sucios, la hinchazón del vientre, y los rostros curtidos.
Es una obra de composición baja, el espacio se va abriendo, desde la mujer sentada en la silla de primer término, hasta un fondo oscurecido, como de tormenta, encuadernado por un cortinaje rojo, de color más oscuro y haciendo referencia al vestido rojo de la Virgen. La luz incide en la espalda de esta mujer, que llora desconsolada, y su camisa blanca contrasta con las cabezas calvas de los Apóstoles y sus ropajes pardos. El vientre hinchado de la Virgen fue mal visto, al parecerse a una meretriz ahogada en el Tíber.
En esta obra ni la composición , ni la perspectiva, ni el punto de vista, ni la oscuridad envolvente, ni la iluminación puntual, tienen nada que ver con el naturalismo, y menos aún con la naturalidad; son escenografías concienzudamente programadas por un artista que domina la técnica con total y absoluta maestría.
Esto es todo por hoy, nos despedimos hasta la próxima entrada de nuestro blog www.tasararte.com/blog/.