Aniversario de Tasararte, ya llevamos diecinueve años.

Hace muy poco fue nuestro “cumpleaños”, hemos cumplido diecinueve años desde que constituimos la empresa en 2004, y a ello podemos sumarle esa etapa de “transición”, en la que estuvimos compatibilizando nuestra actividad en Tasararte con nuestros respectivos trabajos. Empezamos con mucha ilusión, y con cierta dosis de prudencia, hasta ese momento en el que la actividad fue tal que decidimos dejarlo todo para dedicarnos en exclusiva a este maravilloso proyecto que es Tasararte.

Es por ello que hoy queremos hablaros de cómo es nuestro trabajo, contaros sobre las “Vicisitudes de un tasador de arte”, anécdotas de nuestro día a día. Para ello recurrimos a una entrada de blog que publicamos hace ya tiempo, pero que para esta ocasión viene muy bien y sirve para “refrescar”.

La necesidad del arte desde que el hombre es hombre.

A lo largo de la historia, el hombre ha desarrollado el arte como una necesidad que le ha acompañado durante su evolución. Hay manifestaciones artísticas por el deseo de propiciar la caza, manifestaciones artísticas para menguar su miedo a la muerte y propiciar el tránsito hacia otra vida de sus seres queridos, y las hay también para celebrar su poder y su prosperidad por medio de la creación.

Los Agentes del Arte.

Todo este recorrido ha ido evolucionando en la historia hasta concretarse en lo que hoy conocemos como Agentes del Arte. Existe un primer mercado, o Mercado Primario, en el que intervienen las Galerías de Arte y los Artistas vivos que siguen creando; existe un segundo mercado, o Mercado Secundario, en el que intervienen las Casas de Subastas y los Anticuarios, y existe el Coleccionismo o Mecenazgo en el arte, que es quien compra, quien invierte, quien consume materia artística, por muchos motivos.

El Mercado del Arte.

El artista es el elemento fundamental. Desde esta breve reflexión, queremos indagar de quiénes somos nosotros ahora y qué papel jugamos. El mercado del arte se ha convertido en un mercado cambiante, que en función de la demanda, las obras crecen en su cotización o se devalúan. Sólo se puede tasar lo que está cotizado, y la cotización de un artista tiene que ver con una trayectoria coherente en el mercado primario y su comportamiento de venta en el mercado secundario.

La investigación.

Por ejemplo, siempre aparecen obras inéditas de Picasso, Goya, Dalí o Miró, que a su vez son los más cotizados, y por lo tanto, más falsificados. El tasador, antes de asignar un valor de mercado, tiene que cerciorarse de que la obra es auténtica, por lo tanto, abre una pequeña investigación para confirmar la autoría. Para eso están las bibliotecas, los catálogos, las monografías, las tesis doctorales, y sobre todo, el experto en un artista determinado; todo hay que consultarlo.

No hay secretos, todo se sabe.

Otro caso, hace poco nos entró un Sorolla para vender, una escena de playa con niños, iconografía muy demandada del artista. Tenía su certificado de la experta en Sorolla, y todo cubierto de un secretismo a nuestro juicio exagerado; ¿qué pasaba?, que pedían una cantidad desorbitada por la obra, ¿y cómo nos dimos cuenta?, porque la obra había salido a la venta en el 2011, fuera de España, por la misma cantidad que estaban pidiendo, y no se había vendido. Por lo tanto, el precio era inviable. Vivimos en una época en la que no hay secretos, todo está publicado.

Las falsificaciones. Vicisitudes de un tasador de arte.

Nos entran muy frecuentemente obras que resultan ser falsas, en la mayoría de los casos, por desconocimiento del propietario, que quiere confirmar la autoría. Cuando se trata de autores consagrados, una vez hechos los pasos previos de investigación, acudimos al experto en la obra de ese artista, que es el que nos informa sobre la falsedad de la obra. En más de una ocasión la policía se ha puesto en contacto con nosotros, ya que cuando se detecta una obra falsa, como es lógico, hay que retirarla del mercado.

Nos han llegado obras de arte contemporáneo falsas que intentan pasar por auténticas, como en el caso de un Miró, o de un Botero, que luego, cuando se desenmascara su falsedad, causa tristeza y congoja a los propietarios.

También fue el caso de un Tiziano que estudiamos hace tiempo, un retrato de caballero; ¡qué más quisiéramos nosotros, como tasadores de arte, que las obras fueran auténticas!

Otro caso que tuvimos fue el de una obra de Caravaggio, “El sacrificio de Isaac”, que fuimos a visitar un caluroso martes de junio, y en el que, nada mas verlo, se podía apreciar que, siguiendo la técnica del claroscuro y el tenebrismo de Caravaggio, un seguidor de época procuró emular al maestro sin mucho éxito.

Todas estas anécdotas, y muchas más, sirven para llenar un ensayo titulado “Vicisitudes de un tasador de arte”, un oficio, por un lado nuevo, y por otro cuestionablemente nuevo, que tiene que desarrollar un historiador prudente y al mismo tiempo apasionado.

Esto es todo por hoy, nos despedimos hasta la próxima entrada en nuestro blog www.tasararte.com/blog/

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