El Palacio Real de Madrid inaugura una muestra de setenta y dos piezas entre escultura y pintura italianas y no italianas del siglo XVII, es una exposición coral de los más importantes artistas del Barroco; El germen del Seicento italiano, y del planteamiento de esta muestra, es el traslado de Annibale Carracci de Bolonia a Roma. En Roma en el estudio de pintura y escultura antigua de Rafael, gestó el artista su pintura idealizada, que perseguía la belleza y no el realismo. A Roma, la ciudad eterna, acudirían desde Bolonia, Il Guercino, Guido Reni, Velázquez desde Madrid, Caravaggio desde Milán y Charles Le Brun desde Paris.
La muestra, que estará hasta Octubre, ha sido comisariada por Gonzalo Redín y con una escenografía sobria y brillante diseñada por Jesús Moreno. Este conjunto de piezas se exhiben tras un complejo y costoso proceso de restauración y catalogación en el que ha participado un nutrido equipo multidisciplinar y donde se han podido aportar nuevas atribuciones. Entre ellas destacan “Santa Catalina” de Guido Reni, y también de Reni “Conversión de Saulo”, obra que dormitaba como pintura anónima en la Casa de la Botica del Monasterio de El Escorial.
Por fin podremos ver la agrupación tan esperada de obras y temas variados. Inconmensurable es tener frente a tus ojos la obra de Diego Velázquez “Túnica de San José” en la que se puede vislumbrar la “Fragua de Vulcano” y algunos de los modelos de Caravaggio en sus obras “El Martirio de San Mateo” y “La vocación de San Mateo”. El ajedrezado del pavimento de la obra recuerda a Tintoretto. Ambos maestros tan estudiados por el sevillano.
De la obra “Conversión de Saulo” atribuida a Guido Reni, recuerda al mismo tema adoptado por Caravaggio. La pintura napolitana también está presente con José De Ribera y Luca Giordano; De Ribera exhibe “San Francisco de Asís en la zarza”. Y del gran Michelangelo Merisi alias Caravaggio “Salomé con la cabeza del bautista”; es una versión distinta a la que alberga la National Gallery porque nadie sostiene la cabeza; sino que la escena se presenta más sosegada, con los fenotipos de Fillide, la anciana y el verdugo envainando su espada.
Terminamos mencionando el Cristo crucificado que Felipe IV encargo a Bernini, Cristo que sirvió de enfrentamiento a su día al Museo de las colecciones reales con el Museo del Prado; obra del artista-arquitecto-escultor barroco que se consideró no adecuada para el fin para el que había sido concebida.
El Museo de la Colecciones Reales finalmente no abrirá sus puertas hasta el 2018, falta la aprobación oficial del Gobierno, ahora disuelto. Solo el nuevo Consejo de Ministros podrá tras las elecciones dar luz verde al Plan Museográfico.
Otro tema recurrente que nos llama la atención es cómo la corrupción política llena de obras de arte el Museo Oscar Niemeyer (MON) en Brasil; la exposición Obras bajo vigilancia (Obras sob a guarda do mon) destapa el creciente uso del arte para lavar dinero; son obras requisadas por la policía de los más importantes artistas, sobre todo de arte contemporáneo. Tal ha sido el éxito de la exposición que la han prorrogado hasta noviembre.
La Feria de Arte Art Basel abre sus puertas en la 47ª edición que se celebra del 16 al 19 de junio en la ciudad Suiza. Cita y referente del coleccionismo europeo y mundial.
Acabemos hablando del Surrealismo. El pasado sábado se inauguró en la Scottish National Gallery de Edimburgo la que será, probablemente, la muestra más atractiva de este verano en Escocia: Surreal Encounters: Collecting the Marvellous, que ha sido organizada en colaboración entre este museo, la Hamburger Kunsthalle y el Boijmans holandés y que cuenta con algunas de las obras más ingeniosas creadas por artistas del movimiento surrealista. Proceden de cuatro colecciones privadas, las de Edward James, Roland Penrose, Gabrielle Keiller y Ulla y Heiner Pietzsch y han sido seleccionadas para mostrar de forma didáctica de cara al público, la gran variedad de los formatos y la complejidad de los juegos visuales y de significados en los que los creadores surrealistas volcaron su imaginario interior. Hablamos de la década de los años veinte, en la ciudad de París, en el periodo de entreguerras donde todo se gesta y donde se encuentran Salvador Dalí, René Magritte, Man Ray, Marcel Duchamp, Leonora Carrington, todos representados en esta muestra; volvieron su mirada a los mundo de los sueño, al subconsciente tras las teorías y publicaciones de Sigmund Freud, y jugaron con el humor, los chistes y el sexo tratando de dar representación plástica a las formulaciones de su Pope, André Breton en su confuso Manifiesto surrealista.
La exhibición no se estructura en secciones dedicadas a unos pocos artistas clave, ni tampoco según criterios temáticos o cronológicos, sino atendiendo a los fondos custodiados por los cuatro coleccionistas fundamentales del surrealismo, poniendo de relieve la importancia de las colaboraciones entre los artistas y quienes les compraron sus trabajos. La antigua relación entre el mecenas y el artista, ya saben.
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